Antiguamente, cuando no existían los teléfonos móviles, en caso de necesitar llamar a alguien sólo necesitábamos unas monedas sueltas y una cabina telefónica. Desde allí podíamos llamar a cualquier lugar. Incluso en algunas podíamos ver, sobre una especia de mostrador o repisa, unas guías telefónicas.
Había dos tipos de guías: las páginas blancas (que al principio eran azules) y las páginas amarillas. En las blancas aparecíamos todos los abonados (tened en cuenta que era la única compañía de teléfonos que existía), ordenados alfabéticamente por calles y sus números. Dentro de cada calle y número estábamos ordenados en orden alfabético por apellido.

La página amarillas eran las de empresas, ahí podías buscar cualquier empresa ordenadas en orden alfabético por sectores. Como no tenía empresa no estoy seguro de esto, pero creo que era gratuita tu aparición allí siempre y cuando no pusieras un “bannner”. Era igual que ahora en las páginas web: depende del tamaño y ubicación tenía un precio. Los más caros eran los de página completa, después los de media página, un cuarto de página y depende si ese cuarto era uno de los dos superiores o los dos interiores, etc.
Y a todo esto ¿por qué os cuento esta chapa si está página es para mostrar fotos de Madrid? Pues porque la semana pasada me encontré una de estas cabinas muy curiosas. Hecha de madera, ya sin su teléfono, pero ahí se mantenía en lo alto del Puerto de Somosierra.

Allí, al abrigo de vientos, lluvia y nevadas, podías llamar a quien necesitarás. Solitaria en su esquina y casi al borde de la antigua Ctra. de Burgos continúa este vestigio de antiguos tiempos de comunicación.